
No sé cómo empezar a contarte los secretos
de los hombres y mujeres que vamos poco a poco
robando tu casa.
No sé si decirte cómo se decide la caída de la
casa del carpintero y cómo le decimos al perezoso…
-Corre por tu vida... ¡quizás sea la última vez!
O cómo susurramos...
-perdón morfo por quitarte la sombra inasible
la mágica estela azul que nos regalas
para siempre en los ojos
tan para siempre que te quitamos las alas y aún nos quedas
Cómo ignoramos a la osada bromelia y su flor-lanza
a punto de caer para siempre a corazón abierto
Arboles padre: No lloren por sus hijos
estrechen brazos de sostén, cadena interminable para la vida
terminada por la cadena de una motosierra con permiso
¡Pónganle sordina, que no la oigamos!
Pónganle sordina cuando caiga el árbol, cuando vuele el ave
cuando llueva lluvia sobre el árbol bajado de su luz y de sus años
¡Pónganle sordina para que la lluvia pueda cantar un poco
un canto, apenas musitado para cada rama o cada hoja o
sólo al tronco, según el tiempo de la lluvia de ese día…!
Que el cielo no se abra en azul. Que se espere.
Que el pájaro vuele a tiempo y que la bromelia
sostenga su agua siempre hacia arriba
milagrosamente, siempre hacia arriba a punto de beberse.
Que la beba el cielo toda y lance el tesoro de agua
guardado a la próxima rama
o lo esconda en la niebla por si cortan más
por si caen más, por si vienen más cadenas con
sordina sorda cadena desencadenada
en soltar
en volcar
en no sostener
en separar al pájaro del árbol
al nido de la vida
a la flor de la raíz
a la raíz de la tierra,
a la tierra de la tierra de verdad...
mientras el Arbol Padre abraza
suma
calcula
atrapa
encierra...
¡Lanza quelites y lianas para atrapar!...
¡Ay... Dios!
¡Dale... más ramas... ese día...!